Aburre la Cataluña de
la distancia, de la desvinculación, del trayecto del alejamiento y de la
enemistad con la España del pedigrí patriotero. Cada uno enarbolando su
bandera, su lengua y malas artes para ser reconocidos en el mundo entero.
Perdido el raciocinio y el entendimiento asombra la escasez de sentido común y
la romería de políticos en el cauce de la sequía del talento. No soy devoto de
Mariano Rajoy, ni de la derecha rancia y recalcitrante, ni tengo vocación monárquica
pero no puedo ser creyente de quienes asaltan las leyes que otros avasallan.
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Es la España de la ceguera.
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