Malos
tiempos para los parados, dependientes y pensionistas. Vivimos en el crédulo
mundo de la incredulidad. O sea, no vivimos. La tragicomedia diaria no nos
permite conciliar el sueño porque hay precariedad de talento de los gobernantes
y el pueblo abusa de la paciencia. No quiero pensar que se derive en
ignorancia. La hambruna de honestidad de tirios y troyanos es el azote de
penurias y privaciones que invitan a la sublevación. El pueblo no es un
estercolero pero el hedor de la injusticia
puede ser la emanación para que el pueblo se ponga de pie.
Tomen asiento.
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