viernes, 21 de febrero de 2020

MICRORRELATO - BERTA


Eran las doce de la noche cuando Berta me llamó y al intercambiar las primeras palabras, notó que mi tristeza era un afluente de lágrimas. Y compungida desde la distancia me dijo: “me gustaría estar ahí contigo y llorar juntos”. La sensación que me produjo el estampido de su sensibilidad, me llevó a surcar un río sobre mis mejillas para desembocar en una  emoción que desbordaba los sentimientos. La noche no invitaba a dormir y la almohada era la receptora de un manantial de pensamientos que fluían recordando la frase arrogante de ternura de Berta. Llanto y dolor conjugaban momentos eternos, dando la sensación de que el tiempo se había detenido y las horas pasaban al compás del sollozo salpicando las lágrimas el alma. “El alma descansa cuando echa sus lágrimas; y el dolor se satisface con su llanto”, Ovidio. Decido levantarme y, asentado en la mecedora, se balanceaba la vida misma en una noche de conmoción y estremecimiento. Cuando el alba anunciaba el día me venció el cansancio y mecía el sueño.

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