lunes, 17 de febrero de 2020

TRINI CASTELLÓ

Entre la algarabía de la gente te vi con mirada triste, la alegría contenida y el ánimo sosegado. Un estado comprimido que delataba el subterfugio de vivencias a lo largo del tiempo. Dejabas, también, entre la maraña de tantos y tan pocos la clase innegable de la amabilidad, la educación y el respeto. Eras tú. Pensaba yo, medio soñoliento, del porqué de tanta retaguardia siendo vanguardista de una inteligencia no común entre los comunes. En ese estado de viveza ausente, pero ebrio de sensatez, me seguía preguntando si escarchar el talento es la consecuencia de atemperar el cambio climático. Pero más allá del sarcasmo, que haberlo haylo, hoy he querido dedicarte este relámpago de tiempo, evitando el trueno de tu calma inquieta. Espero, admirada, verte sin sombras, volando en la vida con la elegancia y majestuosidad de la alondra, con luz en tu afligida mirada, vaciando el ruido de tu silencio  y levantando el espíritu con bravura de tu templado ánimo. 

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