Entre la algarabía
de la gente te vi con mirada triste, la alegría contenida y el ánimo sosegado.
Un estado comprimido que delataba el subterfugio de vivencias a lo largo del
tiempo. Dejabas, también, entre la maraña de tantos y tan pocos la clase
innegable de la amabilidad, la educación y el respeto. Eras tú. Pensaba yo,
medio soñoliento, del porqué de tanta retaguardia siendo vanguardista de una
inteligencia no común entre los comunes. En ese estado de viveza ausente, pero
ebrio de sensatez, me seguía preguntando si escarchar el talento es la
consecuencia de atemperar el cambio climático. Pero más allá del sarcasmo, que
haberlo haylo, hoy he querido dedicarte este relámpago de tiempo, evitando el
trueno de tu calma inquieta. Espero, admirada, verte sin sombras, volando en la
vida con la elegancia y majestuosidad de la alondra, con luz en tu afligida
mirada, vaciando el ruido de tu silencio
y levantando el espíritu con bravura de tu templado ánimo.
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