Nos trae el invierno
primaveral el vértigo de la corrupción, la revolución callada del pueblo, el
cambio sin cambiar de Gobierno, la liturgia de la lectura: Vivo sin vivir en mí, y tan alta
vida espero, que muero porque no muero. Suena el eco de los barracones,
las baladas de Pau Alabajos, el Rey
Felipe VI y el verso: Este era un rey que tenía un palacio de
diamantes, una tienda hecha del día y un rebaño de elefantes. El mortecino
Rajoy asoma en los telediarios con los ojos vidriados a punto de la extremaunción,
la izquierda de boca en boca y yo recordando a la amapola: Fugaz amapola roja, color subido
de tono, son tus hojas tan preciosas como el lugar de tu entorno. Eres relajo y
estrés, así te miran los ojos y despiertas interés y en ocasiones enojos. Leo
el ingenio de Maite Climent “sin prisas” y prisa tengo de volver a leerla. Sigo
con la pasión del verso: De mi guitarra eres cuerda para no escuchar
silencios, para que temples a mano los corazones ya viejos. Pedro y
Pablo amigos del desencuentro y Jaume Santonja declamador por excelencia en el
recuerdo: Jornaleros andaluces de alba y no de Ducados, de mi pluma predilectos,
limpios de cualquier pecado, os dejo aquí mi medalla ahora que os veo vivos que
prefiero a caducados. Invita el día al sosiego y al recreo: Los
chavales en el atrio ponen vida a su recreo y entre gritos y arrebatos
aportan con su alegría el contraste de los bancos, revolotean palomas en torno
al campanario y la acacia y la palmera ponen sombra al escenario y permanece el
encanto de pasajeras mañanas, de recreos y de cantos en el umbral de la Iglesia
para que escuchen los santos. Me
vence la fatiga, volveré.
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