El Partido Popular se queda
sin lo último que se pierde, la esperanza y, el Capitán del TITANIC popular en
el ojo del huracán de tirios y troyanos. Antes del naufragio, la tripulación se
pone el salvavidas tratando de buscar la salvación del maremoto de la corrupción.
Difícil está salir a flote porque en mitad de la nada de este partido hay de
todo: ideas ancestrales, que, respetadas, chocan con una época en la que están
desubicados, aforados a la indolencia, trasnochados, afines al retroceso y en
el aldeanismo del progreso. España necesita ver y palpar la regeneración de la
vida política y liberar al pueblo del yugo de la pobreza, de los parados,
dependientes y para que nadie sea diferente, la igualdad. Lo que no necesita
este país es a un Mariano Rajoy contemplativo, quimérico, remolón y con hedor a
cadáver político.
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