Haber estudiado en La Universidad de La Vida tiene sus
ventajas porque es donde se aprende lo que no enseñan en otros lugares.
Saborear la vida en el mundo del asfalto curte la piel, aflora la sensibilidad
y se abren las puertas que se cierran. Y de pronto te encuentras en el rígido
banco de madera vidas anónimas con la mirada triste, el lujo de la pobreza
vestidos con lo que tira el prójimo, la colilla entre los dedos amarillos de
consumir la paciencia y el frío y el calor que congela y asfixia. La Universidad de La Vida expone al
aire libre la crudeza de la intemperie y las sombras de claridades sin luz.
Observando ese mundo y viviendo en otro es preferible que el pensamiento no se
salga del guión de inclemencias que fortifican la debilidad de espíritus que
ven, oyen y sienten.
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