Decía el padre de
una excelente amiga refiriéndose a los que buscan el sillón por el medio del
oportunismo, de la obediencia debida, del criterio sin él y la sumisión sin
paliativos: “cuanto trabajo para no trabajar”. En este mundo tan versátil
de voraces del bienestar, les importa poco poner el cuello en la guillotina de
las letras. No hay vergüenza, ni ética ni dignidad.
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