Rubalcaba asentado en épocas
donde quedo embargada la seriedad y el sentido de la responsabilidad, encontró en el Estado de la
Nación la puerta de salida de un político apocado al nostálgico deambular de un
Socialismo en la espiral del más rotundo fracaso. No será un político indeleble, más bien vano y
desatinado. Un político establecido en la artimaña para que la incontestable
verdad no cobije al que miente. Y en el
adiós del decaído político, un alud de silencio para evitar el ruido del
aplauso.
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