Los afiliados del Partido
Popular manifiestan su disconformidad con “la dictadora” en calles, cafeterías
y subcomités que se practican en
Moralets a la salida del Comité pertinente. No hay nadie con agallas que sea
capaz de poner los puntos sobre las íes y decirle lo que no se callan y lo que
silencian en la sede del partido. El malestar de la ruptura del partido es tan
evidente como lo impropio de no hablar en el lugar donde la queja debe ser
escuchada. “La dictadora” tiene que asumir la parte alícuota de despropósitos
incuestionables y no evadirse de realidades que no se pueden ocultar. Cuando se
fracasa no se puede enarbolar la bandera de equivocados triunfalismos y pasear la
gloria del infierno. Nadie puede eximirse del “mea culpa”. Algún día, a esta
formación política, le llegará la edad adulta y
evitará bochornos innecesarios.
Como te gusta entrar en la polémica, aun así no le quitas del poder a la Amparo.
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