No hay que olvidar el colectivo de parados, desahuciados y la
siniestralidad de familias que tiene serias dificultades para subsistir. Este
país tiene un altísimo porcentaje de personas en el umbral de la pobreza y un
latifundio de gobernantes en la indigencia
de la inteligencia. Menesterosos, indigentes y sin techo forman parte de una inmoralidad impropia de cualquier
tiempo. La dignidad de las personas no es el alojo en la ZAHÚRDA. Las viviendas
sociales deben ser, en todo caso, la finalidad de liberar el techo del cielo de
vidas que desconocen la gloria.
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