Decido viajar sin
billete al epicentro de la naturaleza para establecerme en ese mundo
apocalíptico de belleza, y hacer que los sueños queden eclipsados y no
huérfanos de sueños. Resquebrajados montes y afiladas rocas nos muestran en la
visita la apoteosis de estar viendo un mundo que no frecuente, encandila y
genera el vértigo de descubrir y explorar el alma de la jungla de la
naturaleza. Territorios que invitan a la relajación y hacen del estrés el
habitad que repara y no deteriora. Al pie de sus hoces, el río emerge con
fuerza y bravura haciendo que su caudal sea el afluente de estos renglones, y
desemboque en el secano de la enseñanza. El viaje es sublime y esperanzador, y
donde uno encuentra la materia prima para que el verbo libre de matorral pueda
ser útil para los que sirven y se sirven. Motivo por el cual la satisfacción es
inmensa, tanto es así, que procuro en la medida que puedo, adentrarme en la
espesura del monte, entre la maleza y oxigenarme de pureza. Agotado de tanto
éxtasis y abrumado por el calor decido hacer una parada en este trayecto
celestial a la sombra de un pino y recuperar fuerzas. Sudor
aparte, y amenizando la quietud el trino de los Zorzales, va transcurriendo el
día y el sobresalto de la mirada no cesa, impresiona tanto lujo, para que la
suntuosidad la pueda disfrutar el necesitado y haga posible, viajar sin
billete.
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