domingo, 15 de marzo de 2020

UN REFUGIO SIN ALBERGUE


                                                      
Eran época de dificultades cuando en las esporas de la posguerra llegaron a mi pueblo dos personas de la etnia gitana Adolfo y Picarina. Eran abanderados de la más indigna miseria y vivían en un  refugio de la tierra que también albergo a otros de la misma estirpe. El único calor que tenían era el de la lumbre para que el fuego encendiera la oscuridad de sus vidas. La mugre era compañera inseparable para evitar la cruda soledad. Adolfo hacía algunos remiendos a los vecinos y lo recuerdo poniendo lañas con estaño a un lebrillo mientras su mujer miraba su trabajo. La limosna era en todo caso un respiro a la angustia cuando la caridad de la época no se contemplaba. Después de muchos años de ausencia no sé si la introvertida sociedad ha cambiado de ese estándar que no es modelo. Se derribó el refugio y se construyó un coso taurino. Silencio.    

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