Los
socialistas utilizan con frecuencia el término: “salud compañero” y muchos de
ellos son enfermos terminales de “salud democrática”.
Algunos ya, célebres, por la obediencia debida y por lo que deben a la dignidad
de desobediencias que hace posible que tenga sentido la libertad. Son prisioneros de la voz muda y de la voz
que no muda.
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