El Cardenal Antonio Cañizares ha puesto el dedo en la llaga y ha dejado
abierta la espita de la sensatez. ¡Dios mío! El abundante patrimonio de la
Iglesia puede ser la liberación de las necesidades del pobre. Por fin alguien
de la curia es capaz de ver este mundo de miserias y tratar de poner remedio a
la enfermedad. Enfermos, los hay y predicar con el ejemplo invita a creer.
Aunque los entumecidos vivan en el calor de la eternidad. Amén.
Si no mal recuerdo, el nuevo Pontífice Francisco nada más ser investido, empezó a lanzar mensajes de austeridad para la curia eclesiástica, la revisión de las cuentas del banco vaticano y el empeño de seguir utilizando su utilitario para los desplazamientos (no oficiales). Cuando se supo, saltaron las alarmas de que tal vez se repitiese el caso de Juan XXIII, el cual no quedó bien claro el motivo de su fallecimiento. No es ni el primero ni el segundo, los que en anteriormente ocasionaron tales alarmas y que trataron de reformar el sistema por el que se regía la Iglesia católica, solicitando el balance e inventario de riquezas, bienes, y propiedades en las cuales se han construido edificios para el culto, sino que también los que dispones de alojamiento y conventos, centros educativos, residencias de reposo o seminarios que conservan y mantienen no solo en el Vaticano sino en todo el mundo, para saber en el estado en el que se encuentra dicha magnitud de riqueza y valor, que si pensáramos fríamente, si todo eso fuese depositado en algún banco o el propio banco vaticano, repercutiría unos beneficios sin paran-con, los cuales seguramente servirían para dar de comer durante años a casi toda Africa, o invertir en investigación, para llegar a erradicar el Ébola, Cancer, VHI o otros causantes de vidas humanas que son sacrificadas por los avances e investigaciones que sirven como componentes de guerras biológicas que amparan el arrepentimiento de dirigentes por los daños causados. ¡QUE DIOS NOS PILLE CONFESADOS!.
ResponderEliminarSin palabras.
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