Esta mañana he recibido una
llamada de Jesús Ros para saldar un café que teníamos pendiente y charlar un
rato de temas a los que no estamos acostumbrados. He visto a un Jesús embalsamado en la moderación y, en un
momento de la conversación, haciendo uso del sentido común y gala de la experiencia
que acumula a través de los años. A lo largo del diálogo que hemos mantenido y
observando con la misma calma que el imprime al sosiego de sus palabras, he
deducido que triunfa en tranquilidad y no se duerme en los laureles. Y además,
ya conectado al mundo de las nuevas tecnologías, ata cabos para que nada quede
al azahar. Mientras el trasmite seguridad, los nervios afloran en el somnoliento
poder.
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