jueves, 15 de marzo de 2012

ERASE UNA VEZ

Erase una vez, un hombre necesitado de vivir en la plenitud de la vanidad. Perseguía la estaxis del ego. Y pasado el tiempo, vivía amaneceres anocheciendo. Ebrio de facultades que no tuvo, encontró el olvido, para vivir en su soledad, la dignidad de la misericordia. Vivió hasta morir, ajeno a la vida. Y en la solemnidad del adiós, le acompañó la muerte. Y en el mundo de la igualdad, se distinguió, por ser uno más, y uno menos.

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