miércoles, 28 de febrero de 2018

VIAJE A LA NOSTALGIA



Son las tres y veinte de la mañana y me encuentro en Mira. No son horas de visita, ni el tiempo acompaña para dar paseos, pero me apetece, en el apacible silencio de la noche, caminar por sus calles y contar esta experiencia si el tiempo no me congela. Aparcado mi coche en la callejuela y libre de tráficos, paso por el Colegio ANTÓN MARTÍN, para que no se me olvide que el ilustre personaje nació allí.

El inmortal murió joven para que la muerte disfrutara de su vida y dejó para la posteridad obras sociales propias de una grandeza que no tienen parangón. Vivió con el objetivo de erradicar la pobreza y su entrega a la causa no ha tenido el reconocimiento que su denodado esfuerzo y sacrificio merecía. La remembranza me origina un contenido arrebato y, pensando en él, la calma que tuvo para superar situaciones que lo glorifican. Admirado por secula seculorum.

El silencio sepulcral invade la noche y me sitúa en el atrio de la Iglesia, para en uno de sus bancos ir rememorando el pasado y disfrutar de sensaciones mágicas. La memoria se adueña de momentos que dejaron huella entre nacimientos y muertes sin detenerme en fiestas porque quizá fue mi ayuno de festividades. Me superan otras solemnidades para que la piel se encoja y el escalofrío haga acto de presencia. Para que nada falte en la noche, una ligera llovizna pone acento a momentos que narrarlos legitiman el desvelo y seguramente vagan en la oscuridad almas en silencio y el espíritu creativo se manifiesta. 
 
En el epicentro del atrio y entre sus muros, las paredes del alma y de la Iglesia, escucho el eco de canciones en las procesiones de Semana Santa con el sello inconfundible de mi familia que no pueden evitar la emoción y las lágrimas. Me paraliza el recuerdo y tengo la sensación de asistir a la procesión del silencio. Conmueve el momento y altera la tranquilidad. Con sigilo, como si estuviera prohibido hacer ruido me acerco a la fuente del CURA que yo bauticé sin serlo fuente de Juan Casamayor. Era su lavabo de las mañanas y con su pozal y su toalla se lavaba la cara haciendo frente al frío o el calor. Era además, un hombre de costumbres sencillas, que por serlas dejo huella para quien  esto narra. Fue amante de su burra blanca, su perdigón, sus gallinas y un lector empedernido del ABC. Alguien en aquella época leía. La excelencia de sus formas le hace por derecho propio surcar estos renglones para que la gratitud descanse en paz.  

El pueblo duerme a estas horas de la madrugada y tengo la sensación de que alguien me está mirando para no ser visto. En este mundo de intriga se pueden ver imágenes y no tener imaginación. Entre ver y no ver sigo el trayecto, que no Vía Crucis, y la quietud -parece el mundo parado- estremece. La memoria vive el éxtasis de evocaciones que fluyen minuto a minuto en la glacial noche y me trasladan a tiempos lejanos y afloran sentimientos y nostalgia.  Vida pasada que hace posible vivir esta.

Me detengo en la Calle de la Cruz y miro a la puerta de Manolo y Celia y a la de Nicolás el cartero ¡Qué tiempos! En la citada calle nació el mito Antón Martín. Permanezco unos minutos delante de la que fue su morada y con voz sutil le digo: “Fuiste un grande entre muchos pequeños”.

Y de pronto me encuentro en la Plaza que lleva su nombre, miro a izquierda y derecha y no veo nada para ver algo. La compañía es la oscuridad de la noche, la ligera llovizna y el silencio. Mudo el pueblo y yo sin habla propicia abrir las puertas de vivencias y recordar al Maestro D. José Pedrón, Eligio, José Ibañez, Santiago Fernández, Reyes y Quevedo, todos ellos fallecidos que hoy recobran vida y no teniendo presente, tienen este. A muy pocos pasos tengo la Plaza del pueblo por excelencia, antes del Caudillo, ahora supongo que expropiada. Con el paso del tiempo hay que cambiar lo que el tiempo funde en el crisol de egos y vanidades. La Plaza será eterna y los amantes de ínfulas: “Polvo eres y en polvo te convertirás”. El modernismo que hoy anuncia La Plaza rompe reliquias para servir y servirse. Mis gustos se declinan por la exquisitez y arquetipos del mundo rural. Y en el muro del río, veo en la tertulia diaria la ausencia de Tomasín, los hermanos Manolo y Ángel y otros personajes de aquella época que a la sombra del olmo invertían el tiempo libre en el cauce de la palabra. El SANEDRÍN donde el verbo fluía al compás de la corriente del río.

Adolfo y Cubells fueron cuerpo y alma del transporte público del pueblo y grandes personas. Hoy suben en este descapotable para que no tengan que conducir y es un halago conducirlos en este breve viaje en el asfalto del folio y con vistas al cielo.

Cruzo el río y decido volver a la Plaza y como no, el tío Nemesio y Leandrillo forman parte de aquella época de mimbre, cesto y precariedades. Y en dos callejones anexos, Luis, Amelia, Julián, Ángeles, Ochando y Vicentillo configuraban el núcleo importante de aquel espacio reducido en el que ellos eran la grandeza de ese mundo diminuto. Para Angelín hago un alto, para poner en esta sombra el sol, la prudencia, el silencio, el cariño y el recuerdo. Muchas cosas para que no sean pocas y entre ellas Julián de la Beranea y su pequeño jardín de la puerta de su casa a la que pone vida antes de entrar.

Voy consumiendo el tiempo con escasos movimientos, ni un alma por la calle, no son horas de tránsito, me tengo que marchar pero me quiero quedar, el pueblo duerme, espero que se despierte y cuando miro el reloj, son las cinco y media de la mañana y tengo que poner rumbo a mi casa. Volveré en horarios que no despierte curiosidad mi presencia, con la oscuridad de la noche y la claridad del pensamiento.


5 comentarios:

  1. Me ha encantado recordar a las personas que nombras, un abrazo amigo Even.
    La proxima te espero en el Barrio Anton Martin.

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  2. Genial la narrativa que de forma sublime transporta al lector
    Sobre todo a aquellos como yo, que ávidos de fuga del tedioso (hasta el maximo) mundo de quienes dicen ser políticos hoy, disfrutan tal cual flor invernal del rayo de sol matutino, de la clarividencia del Maestro y del genio del Poeta

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  3. Me congratula y mucho ver a D. Evencio Tortajada deslizarse por mundos donde puede desarrollar su gran capacidad y deleitarnos con ese dominio que tiene de la prosa.

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  4. El post de política es un aperitivo y la prosa un banquete. La diferencia es abismal.

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