En
este desorden asimétrico que asfixia mi despacho, no falta la Antología poética
de Mario Benedetti y la de Rubén Darío. Así mismo, los libros del poeta de la
tierra, Vicent Beguer, que son un referente de la luz del día. José Luis
Sampedro me acompaña en este pequeño refugio para dar fe del título de uno de
sus libros, “Escribir es vivir”. Al menos vivir con la esperanza de saber
escribir, es esperar a la muerte con el anhelo de haber vivido. Se amontonan
demasiadas cosas para poder ordenarlas y de ahí que la anarquía tenga derecho a
su existencia. Leo una carta que me remitió María José Catalá en la que dejó
una ráfaga de ternura y, yo, gratitud de aquel afecto. Un artículo que me
dedicó Sento Beguer en el BIM con el siguiente titulo, PARA QUE ME ENTIENDAS,
nunca he dejado de entenderlo. Algún apunte en las famosas servilletas como
este: “la alimentación debería formar parte de los ciclos educativos de
primaria”. El último libro que me han regalado, VOLTAIRE, y enfrente de mi
estoy mirando el lomo de otro ilustre, ARISTÓTELES y pegado a él, SÉNECA. Hay
un cierto afán de búsqueda para recordar lo que olvidas, y, con el paso del
tiempo, olvidar lo que recuerdas. Borges decía: “Somos nuestra memoria, somos
ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”.
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