La riqueza del pobre es su
propio estatus. Yo que vivo en él, no lo cambio por lujos
que para mí no son necesarios. Otros hacen gala de ella utilizando con descaro
dinero del erario público y les importa poco o nada vivir en el fraude de la
ostentación. La lata de atún, los huevos fritos y las patatas a lo pobre es la
delicia de quien esto escribe y lo que permite la pensión. Lo que no puedo es
acceder a restaurantes de varios tenedores. Otros, si.
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