Escribir es una cosa y hacer
lo que se dice es una utopía. Ante la quimera no hay cuestiones que dilucidar y
lo único que cabe es abstraerse de trileros que a través del renglón y la
palabra venden humo de encendidos fuegos. A pesar de lo barata que resulta la
sensatez, pienso que es un lujo que no está a la altura de quienes, no sabiendo
utilizarla, terminan en la caída libre del esperpento.
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