Erase una vez un cura de pueblo, orondo, de aspecto dejado, y poco curioso de la higiene. Hablaba en la iglesia de Jesús, de sus discípulos, de evangelios, de profetas, de la última cena, y de lo importante que es dar para recibir.
En el intermedio de la misa pasaba el cepillo para que los fieles hipócritas esperaran el milagro de la recompensa. En ese lugar de oración en el que nadie se tapa la cara. Murieron muchos sin ella. Aquellas limosnas, en busca del maná, las utilizaba el representante de Dios en la tierra, en chupitos de Cardhu y Chivas. En esta sinagoga, el lugar de mi culto y de mi ego, para algún comentarista. Amén.
José Pascual Romero Ferrandis quería que la iglesia que se levantara en sus solares y con su dinero se dedicara a San Jerónimo Hermosilla, un fraile dominico que hizo el noviciado en Valencia junto a Vicente Romero Álvarez, emparentado con su familia de Benipeixcar.
ResponderEliminarPor eso donó a la Iglesia Católica en ese distrito de Gandía dos solares de su propiedad y 600000€ . El fiel devoto falleció en 1996, convencido de que sus restos y los de sus padres reposarían por siempre en esa iglesia, según dejó escrito y pagado.
El donante pidió que en la fachada de la iglesia dedicada a San Jerónimo Hermosilla figurara una placa con la inscripción: "Fray Vicente Romero Álvarez, el Lector Romero, el dominico español de mayor prestigio de todo el siglo XIX. Nacido en Benipeixcar el 15 de abril de 1804 y muerto en Corias (Asturias)". José Romero soñó descansar para siempre, junto a sus padres, bajo su techo.
Ignoro si desde el Cielo, que es donde debe estar su alma en base a su fe, se ve lo que hizo el arzobispado con sus terrenos. Los vendió a una constructora por la nada despreciable cantidad de 1, 6 millones de euros. Allí se construyó un edificio de viviendas.
Estos de negro no tienen perdón.
ResponderEliminarAl torrenti: Hay que predicar con el ejemplo.
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