miércoles, 28 de octubre de 2015

AYER Y HOY

Ayer, deprisa y corriendo, escribía unas letras a Miguel Ángel García Melero después de conocer su muerte. Hoy, con el eco todavía de algunas conversaciones, me apetece seguir escribiendo de un ilustre que exhibió durante su vida la cátedra de conocimientos propios de quien atesora virtudes que son el fundamento de la racionalidad: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. La reserva de cimientos de todas las virtudes morales. Abrió  ese coto para que fuéramos partícipes de su magnanimidad y su grandeza. Gracias. D.E.P.

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