Los Sindicatos viajan en el tren de alta velocidad de los privilegios, y en
el de cercanías de la moralidad y decencia. Arrastran masas de masa morfa para
no encontrarse entre ella eruditos, doctos e ilustrados. Mejor instruir,
civilizar y educar, que someter al trabajador a ser abanderado de ilustres
rufianes. Mejor recurrir a la honestidad y desprenderse de subvenciones que
sonrojan y merman la calidad de vida de quien -justamente se manifiesta- .
Mientras no se de esa circunstancia, no hay moralidad para hacer huelgas,
aunque lo -justo- sería hacerlas a los Sindicatos, Confederaciones
Empresariales y Partidos Políticos. Lo demás es estar en la cúspide de la
miseria. Es pasear a la España bananera, para enseñar al mundo el erial de la
incultura.
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