El Ministro del Interior, tiene una afilada concertina en su boca, unos modales propios de la derechona, y una ética parlamentaria vejatoria y rancia. Su prepotencia es tan esperpéntica, como su vacío en el uso de la plática. Donde reside la soberanía del pueblo no se puede mostrar la indigencia del talento. En la cuna de grandes oradores, queda descubierta la lapida del mal uso de la lengua de quien deja abiertas heridas que no se curan.
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