Este país es matrícula de
honor en “comadreo” y suspende en valentía acogiéndose al hastió, bostezo, al levantamiento de hombros y al
empalago de la pasividad. Es una foto fija del tiempo que nos toca vivir, que
es el blanco y negro de la ausencia de obligaciones y deberes ineludibles.
Somos inasequibles al desaliento de la banalidad. Así nos va.
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