Resulta duro ver a tanta
gente en el fragor del desempleo, a tantos en el palacio de la intemperie, a
muchos pensionistas ateos rezando para que su pensión no se vea disminuida y a
muchos afectados por los recortes en los pasillos de los hospitales en espera
de la atención que no tienen. Sin olvidar el cachondeo patrio del incesante ir
y venir a los juzgados de corruptos, producto de políticos con anemia de
honestidad. Y Urdangarin celebrando la Navidad en casa y en el pueblo
incomprensiblemente reina la paz, mejor que abdique.
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