El verdadero rey de España es el paro, consorte la corrupción, y el despilfarro forma parte de un triunvirato, que son el alma y el cuerpo del esqueleto del país. Los desocupados viven permanentemente en un campo de minas, los corruptos exentos de bonos sociales, y los despilfarradores, gastando lo que no es suyo. Es una estampa ejemplar que invita a la desesperación, para el mismo tiempo contenerse y soltar amarras ante esta amalgama de delitos consumados.
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