Todavía hay una derecha con
reminiscencias de pasados que pone los pelos como escarpias. Una derecha que le
cuesta cruzar el camino e instalarse en el mundo democrático. Les resulta
costoso adaptarse al mundo de la libertad de expresión y la igualdad social. Y, naturalmente son, diferentes para ser
distintos. Son tiempos de aclimatarse a la realidad de la actualidad y no
arrastrar el moho con tanto ahínco.
El ADN de la derecha es el que es y punto.
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