Murió Pepe Silla y con él
la sensatez, la coherencia, la equidad, el sentido común y el orden. Pepe era
un virtuoso de múltiples facetas de la vida en las que cabe destacar la
prudencia, la honestidad, la responsabilidad y la reflexión de sus juicios. Atesoraba
una moralidad en desuso y le permitía caminar por la vida con la altura que da
tener el alma limpia. Su precipicio era la calma y desde ella forjó la palabra
justa y medida. Murieron también nuestras largas charlas políticas en busca de
riqueza para el pobre y su adiós pone fin a nuestros principios. Pero siempre
quedará la llama de su espíritu para perpetuar una vida que me impresionó y una
muerte que me sobrecogió. Descansa en
paz amigo.
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