EL
CIELO PRIVADO DE PRIVADOS DEL CIELO
Hay
un cielo que aisla el frío con cartones, un cielo comprimido en el que se
manifiesta la voluntad de vivir en ese recóndito lugar donde aparca el estertor
del silencio. Un cielo enraizado de privados con la mirada hundida, para alcanzar
el propileo del limbo. Allí donde la
vida se convierte en migajas para que vayan picando miradas torvas y dejen el
bulto esquivo para que viva el azote sin piedad de la vileza humana. Dejar al
menos que duerma el poseído de sueño desvelado, dejar que en la miseria de ese
bienestar encuentren su riqueza no robada, labrada a través del olvido, del
desprecio, del cainismo, de fríos y sudores que congelan el alma, para que el
cuerpo inmune al dolor sufra el dolor impune, dejar que la pureza no sea lo
impuro . Y mirar el colchón duro y ajustado al cuerpo envuelto en el frágil manto
descubierto que ciegos habrá para ver, el cielo privado de privados del cielo.
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