El
precio que hay que pagar por el peaje en la vida política puede alcanzar hasta
la ruina cuando aflora el desconocimiento, cuando la medida de tus actuaciones
es desmedida, cuando la capacidad te limita y cuando, en función de tanto
virtuosismo, te pones en el escaparate para que propios y extraños vean lo que
ver daña. Lo realmente curioso es el poder del ego de mantenerse en el alambre,
aun a sabiendas de que deambular por ese mundo destruye la dignidad. Cuando te
sitúas en el ojo del huracán hay que rezar para que el tiempo amaine.
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