La templanza de Adriana Lastra en sus intervenciones en las
Cortes me gusta. Utiliza una parsimonia como el andar del elegante cisne entre
el barrizal. Tiene ese don. No hablo de sus argumentos porque entiendo muy poco
de liturgias tan profundas. Me muevo siempre a ras del suelo. Y lastra en cada
palabra de su plática la planicie oronda de piedras de muchos quilates. Tiene
esa virtud.
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