lunes, 27 de abril de 2020

MICRORRELATO - ANDREA


A temprana hora de la mañana, Andrea escuchaba música de violines y viola, por la que sentía auténtica veneración, y, a su vez, liberadora de angustias y compañera inseparable del bálsamo de la paz. Sus sonidos mágicos rompían rutinas anquilosadas en el tiempo y elevaban la autoestima  en su pequeña salita de estar que era para ella La Scala de Milán de sus estelares conciertos. A Andrea le invadía la emoción con los recuerdos afines a sus padres y las lágrimas irrumpían con frecuencia en el cauce abajo de sus mejillas para exaltar la altura de la nostalgia. Su padre, Albino, era gran admirador de Niccolo Paganini y su madre, Edena, era admiradora de Heinrich Wilheim cuando interpretaba “La última rosa del verano”. Terminada la sesión matinal, sin las escalas veloces del sonido del violín, salía a su jardín con paso lento para acomodarse en su sillón, escuchar la sinfonía en el cielo abierto de los pájaros que era música celestial y pasar el día mirando el brillo del sol a la sombra y leyendo la Biblia con la majestuosidad del silencio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario