La Nochebuena de
todos los años Ánxela la pasaba con sus padres en el pueblo gallego de
Betanzos. Ánxela desconocía que la noche del 24 de diciembre de 1974 sería una
fecha doblemente señalada. La efeméride del día era una de ellas y al sentarse
a la mesa se encontraría con dos hermanos de su padre, Aniceto y Julián, que
habían llegado desde Argentina tras veinticuatro años de ausencia. La sorpresa
causó una emoción indescriptible y lágrimas y abrazos fueron el entremés de una
noche que no olvidarán nunca. Una vez recuperada la calma, Aniceto saboreó la
empanada gallega con el albariño de la tierra y Julián era más devoto del
percebe y las angulas. Corrió el champán y otros mariscos, y hubo multitud de
anécdotas del exilio y su estancia en Avellaneda. Se habló de Juan Domingo
Perón y Eva Perón, estuvo el tango presente, las Malvinas, el Boca Junior, del
que era admirador Aniceto, y un sinfín de historias acumuladas en el tiempo. A
Augusto, el padre de Ánxela, le brotaba las palabras y contaba las travesuras
de sus tiempos mozos y entre risas de las diabluras y la felicidad de la noche,
el reloj señalaba las cinco de la mañana y el descanso pedía su tiempo. Noche
de meigas.
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