La gestión del
Gobierno en la pandemia del coronavirus deja sumas y restas
o, lo que es igual, la España dividida para no variar. Hay defensores del
cometido del ejecutivo porque las ideas
no entienden de objetividad ni de razón, entienden de la defensa del salario.
De la moral tampoco entienden. Otros que no son afines a la obediencia debida
ponen acento a la razón. Yo, que pasa por aquí en este momento, prefiero
utilizar la razón y evitar divagar. Lo más ético es echar el ancla a la
sensatez.
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