El panorama nacional que tenemos invita al estado sereno de
la reflexión y a sacar conclusiones que nos lleve a tomar sabias decisiones.
“Cuando nuestro odio es demasiado profundo, nos coloca por debajo de aquellos a
quienes odiamos”, François de La Rochefoucauld.
Es el momento de que el ser humano demuestre lo que ha tenido a buen
resguardo: humanidad. El día después cambiará hábitos, costumbres, rutinas y
conductas. Nada será igual y habrá que adaptarse a otra forma de vivir y pensar
en los que nunca pensamos: los que duermen bajo el techo del cielo albergados
con mantas de cartón, de los desahuciados -suena mal la frase- , de todos
aquellos que tienen que recurrir al Banco de Alimentos y la Casa de Caridad, de
desempleados, de quienes carecen de recursos económicos para subsistir y hacer
posible que la dignidad de ese mundo tan vejado prevalezca y honre a las
personas. Será tiempo de homenajes, “La vida de los muertos consiste en
hallarse presentes en el espíritu de los vivos”, Marco T. Cicerón. Habrá que dedicar
tiempo y gratitud a raudales a los que han hecho de su tiempo la mejor
inversión de sus vidas: salvar vidas. El futuro debe estar representado por
gestores políticos con alma, sin privilegios, con sentido de la
responsabilidad, honestos y apeados del engreimiento personal y partidistas. El
pueblo debe estar por encima de veleidades absurdas. Será tiempo de ordenar el
desorden interior de muchos años y acomodarse al nuevo mundo. La pandemia del
coronavirus ha trasformado nuestras vidas y lo justo sería cambiar ambiciones y
habilitar la conciencia. “Sé justo antes de ser generoso; sé humano antes de
ser justo”, Fermín Caballero.
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