Anoche soñé que estaba en la
estación del Norte, La Emérita subida en un
tren y María José Catalá en el andén con lágrimas en sus ojos. Las
despedidas son siempre dolorosas y más cuando se trata de personas a las que
les has dado todo en la vida. No recuerdo el destino de la Emérita y cuando de
pronto la convulsión me despertó el recuerdo de Pedro Calderón de la Barca, es
inevitable: “Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.
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