La Iglesia debe adaptarse a
los tiempos que vivimos y aparcar el espíritu y letra de siempre. Aunque
cambiar la comodidad sería un absurdo, no estaría mal que en estos
tiempos convulsos predicara con el ejemplo y se desprendiera de lujosos
patrimonios porque es inconcebible el lujo en la casa de Dios. En esa casa se
debe profesar el culto a la humildad y la pobreza. Si ahondamos más, nos
encontramos con ese Tercer Mundo desvaído y desnudo, que choca de frente con
lujos en las vestimentas del mundo eclesiástico. La Iglesia no puede ofrecer
esa imagen cuya estampa de trajes esculpidos en el mármol de la riqueza, quiebra
la fe ¿Qué puede pensar cualquier mortal cuando el Tercer Mundo nos
muestra las camisas tejidas con su propia piel? Aforados al bienestar y
predicando el amor. Buenos días.
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