sábado, 25 de marzo de 2017

UN PAÍS CASTRADO DE VALOR



Me invade la incredulidad muchas veces de ver el panorama patrio de la política y las consecuencias me llevan, irremediablemente, al ateísmo de un  sistema podrido. Hay demasiada tolerancia o encriptado el miedo en la piel para que no haya la contestación que merece a los expoliadores del pan del pueblo. Sin revoluciones ni escraches (época propicia y justa), solo queda las tertulias cafeteras como bálsamo de las lamentaciones y referencia de un país castrado de valor. 

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