Me invade la incredulidad
muchas veces de ver el panorama patrio de la política y las consecuencias me
llevan, irremediablemente, al ateísmo de un
sistema podrido. Hay demasiada tolerancia o encriptado el miedo en la
piel para que no haya la contestación que merece a los expoliadores del pan del
pueblo. Sin revoluciones ni escraches (época propicia y justa), solo queda las
tertulias cafeteras como bálsamo de las lamentaciones y referencia de un país
castrado de valor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario