El Emérito sigue su
particular purga por los medios de comunicación, aunque liviana es. Utilizar el
dinero público para el placer orgásmico de su Majestad es de una indecencia con
mayúsculas. Pero es más indecente que el pueblo permanezca impasible. En
Francia el Emérito hubiese probado el filo de la guillotina y la situación
social-política que tenemos habría saltado por los aires. Ahora que pienso no
somos franceses.
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