Los silencios, que a veces
se funden con las malas artes, son compañeros de viaje que degradan al
ignorante de lo que ignora. ¿Se ve alguien en estas cortas líneas? Mostrar
tanta miseria es ser carcelero de su propia prisión. ¿Eres tú? Y hacer desde la
lejanía la sonrisa complaciente es un gesto que, por irreal, es falso y
grotesco. Transitar por esa vía conduce, inequívocamente, a la maldad y a la
aversión. Hay venenos que no matan.
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